Entre los sectores que más se han beneficiado de la introducción de la firma electrónica y que más se beneficiarían de su implantación cualitativa, se encuentra sin duda el mercado inmobiliario.
Cuando hablamos de firma electrónica, neta de la desconfianza -en su mayoría injustificada, casi siempre fruto de un mal o parcial conocimiento de la materia- que todavía muchos pueden tener sobre esta herramienta, nos referimos a una aplicación telemática útil en áreas notorias. .preciso: servicios terciarios y emprendimiento. Pero una herramienta como esta, joven y con un potencial aún en gran medida inexplorado, pronto podría encontrar nuevos y rentables campos de aplicación.
No es casual, por tanto, que los principales hubs productores de este tipo de herramientas electrónicas -como Yousign, que ostenta el liderazgo de estos productos en Europa- estén trabajando para perfeccionar y sacar al mercado nuevas y cada vez más avanzadas versiones de la electrónica de firma en poco tiempo. . Las evoluciones esperadas por los consumidores (al menos aquellos que ya están convencidos de la bondad del producto) obviamente se refieren a un nivel cada vez mayor de seguridad combinado con un aumento en la flexibilidad de uso. Como puede adivinar fácilmente, combinar los dos no es nada sencillo, pero la evolución tecnológica de la firma electrónica parece no tener pausas, por lo que es razonable esperar noticias en poco tiempo.
La firma electrónica en el sector inmobiliario
Entre los sectores que más se han beneficiado de la introducción de la firma electrónica y que más se beneficiarían de su implantación cualitativa, se encuentra sin duda el mercado inmobiliario. Recién salido de un año trágico por decir lo menos (un 2020 con un balance negativo del 8,2% respecto al año anterior, un apocalipsis para un sector en el que una décima menos equivale a unas decenas de agencias que cierran y relacionan vacantes), el sector inmobiliario español ha tenido que hacer frente a un panorama económico, financiero y sobre todo social y antropológico que ha cambiado radicalmente en pocos meses. 2019 fue el año en el que se sancionó de manera inequívoca la reanudación de las ventas y alquileres de inmuebles. Y 2020 en sí comenzó con los mejores auspicios, con los primeros dos meses registrando actuaciones más que halagadoras. Desde mediados de marzo, todo ha cambiado, y los operadores del sector se han visto abrumados por una avalancha: la gente encerrada en sus casas, la imposibilidad de moverse de su municipio, las oficinas cerradas (incluidas algunas públicas), los ruinosos caída de los principales indicadores económicos y del poder adquisitivo de las personas. De inmediato la pandemia comenzó a exigir pesados deberes a la humanidad (al pretender momentáneamente descuidar el enorme sacrificio de vidas), y desde el punto de vista económico el de la vivienda es uno de los sectores que más ha sufrido desde el inicio de un escenario tan sin precedentes.
En un momento determinado, se impuso la urgencia de volver a poner en marcha los engranajes de la máquina, pero para favorecer la recuperación del mercado en condiciones de emergencia persistente fue necesario desplegar todos los medios capaces de facilitar el trabajo a distancia. La firma electrónica -obviamente no sola, sino junto a otros dispositivos no menos útiles- estuvo entre los artífices de una auténtica palingenesia. Y si, como es de esperar, 2021 está a punto de cerrarse en nombre de una tendencia sumamente alentadora, es sobre todo gracias a estas herramientas que han agilizado y agilizado muchos trámites, al mismo tiempo que eluden, en muchas ocasiones, la obligación la presencia de los contratantes en el mismo lugar físico.